Si muchos de nosotros somos aficionados a los rallyes es por esa mezcla entre espectacularidad, técnica, valentía, plasticidad y la mística del riesgo. Está claro que no deseamos el accidente de ningún deportista, pero también comprendemos y asumimos que son parte intrínseca del deporte. En la mayoría de los casos es la delgada línea que separa el éxito del fracaso, entre el arrojo extremo y el fallo fatal.
El máximo organismo de nuestro deporte, la FIA, siempre ha sido consciente de esa mezcla de mística y fatalidad, y desde hace ya mucho tiempo la seguridad de deportistas y espectadores es la primera y más importante auto exigencia. En cualquier caso, la seguridad absoluta no existe y de eso debemos ser conscientes todos los que nos acercamos al deporte del motor. En una disciplina como la nuestra, los rallyes, aún es más difícil alcanzar unos estándares de seguridad elevados debido a la infinidad de imprevistos que, por su naturaleza, rodean nuestro deporte.
Los nuevos World Rally Cars, cuyas prestaciones se han visto aumentadas un 25% con respecto a los vehículos de la anterior generación, siguen mostrándose altamente seguros, por mucho que pilotos como Meeke les pongan a prueba. El último accidente del norirlandés en el pasado Rallye de Portugal nos dejó un vehículo con un fuerte impacto en la zona de supervivencia de los ocupantes y a piloto y copiloto con mínimas secuelas físicas. En un accidente de competición no hay nada peor que un elemento extraño invada la zona de supervivencia, normalmente árboles u otras piezas fijas de mobiliario urbano. Todas las medidas van encaminadas a que ese entramado de tubos de alta resistencia que integran el cuerpo del coche sirvan como célula de supervivencia a los deportistas dentro del vehículo.
Los nuevos World Rally Cars están demostrando con accidentes como los del pasado Rally de Portugal de Meeke o Paddon que son altamente seguros, ya no sólo en cuestión de vuelco, sino también en el de colisión. Este trabajo no se refiere únicamente a la jaula de seguridad, sino a todos los elementos adicionales a la misma y que se han ido implementando en estos últimos años. Elementos como los nuevos baquets con orejeras, el Hans, protecciones laterales o los acolchamientos hacen que todos ellos se ayuden mutuamente. Estas medidas también surten efectos en las categorías más pequeñas, como pudimos ver en el pasado Rallye Islas Canarias en el tremendo accidente de Efrén Llarena con el Peugeot 208 R2.
Curiosamente las peores consecuencias últimamente se las están llevando los copilotos en forma de lesiones lumbares por los fuertes aterrizajes de estos auténticos cazas de combate. Otros problemas en cuanto a la seguridad están afectando especialmente a la categoría inferior, los R5 o la clase RC2, entre los que hay un, a mi entender, alarmante caso de vehículos calcinados tanto en competición como en las asistencias, el último de ellos en el pasado Rally de México, la unidad de Motorsport Italia a disposición de Benito Guerra.
Los imprevistos son muchos en una especialidad como la de los rallyes y nunca se podrán eliminar de la ecuación del riesgo, ya sean árboles, postes, piedras o incluso ríos o lagos, como Tanak ya pudo comprobar. Pero el trabajo está bien hecho y tanto los pilotos como los aficionados tenemos mucho que agradecer a la FIA por trabajar para hacer de nuestro deporte lo más seguro posible.