Sébastien Loeb afronta el Rally Dakar 2026 con la serenidad de quien lo ha ganado todo… menos esto. El nueve veces campeón del mundo de rallyes vuelve a Arabia Saudí de la mano de Dacia con renovada ilusión para luchar por la victoria, porque el Dakar sigue siendo una cuenta pendiente.
“Si estoy aquí es para ganar”, afirma con la calma de quien no necesita elevar la voz para dejar claro su objetivo. “El Dakar es una carrera especial, no siempre gana el más rápido, pero seguimos creyendo que, si todo encaja, tenemos lo necesario para estar delante”. Tras varias ediciones rozando la victoria, Loeb llega a 2026 con una mezcla de ambición y pragmatismo. Sabe que el margen de error es mínimo y que la carrera no se gana en un día. “Es una prueba muy larga, muy exigente. Durante dos semanas tienes que ser rápido, constante y evitar problemas. Y aun así, necesitas un poco de suerte. Eso forma parte del juego”.
El Dacia Sandrider, cada vez mejor
Uno de los grandes focos está puesto en el Dacia Sandrider, un proyecto joven pero que ha evolucionado a gran velocidad. Loeb es claro: el coche ha dado pasos importantes. “El Sandrider ha mejorado mucho. Hemos trabajado en fiabilidad, en comportamiento en las dunas y en la lectura del terreno. No hay revoluciones mágicas, pero sí muchos pequeños detalles que marcan la diferencia en el Dakar”. Con un reglamento cada vez más ajustado, la igualdad es máxima.
“Hoy en día todos los coches son competitivos. Las diferencias son mínimas y eso hace que cualquier error se pague caro. Por eso el coche tiene que ser predecible, cómodo de conducir durante horas y resistente. En eso hemos avanzado”. Desde el equipo, el mensaje es el mismo y se insiste igualmente en la ambición contenida: “No vamos al Dakar a aprender, vamos a competir. Sabemos que ganar es extremadamente difícil, pero el nivel del coche y de la estructura nos permite aspirar a todo”.
El copiloto y la gestión de carrera
En una prueba donde la navegación puede decidirlo todo, Loeb destaca el papel de su copiloto, Édouard Boulanger, con quien ha encontrado un equilibrio clave. “Con Édouard hay mucha confianza. Me aporta calma, precisión y una forma de trabajar que me permite concentrarme únicamente en pilotar”. Boulanger, por su parte, subraya la madurez del binomio: “Sébastien tiene una capacidad increíble para adaptarse. En el Dakar no se trata solo de ir rápido, sino de saber cuándo levantar el pie. Nuestra prioridad es no cometer errores grandes”. La estrategia será, una vez más, fundamental. “No puedes atacar todo el tiempo”, explica Loeb. “Hay días en los que tienes que aceptar perder un poco para no abrir pista al día siguiente o para evitar riesgos innecesarios. El Dakar se gana con inteligencia”.
Arabia Saudí volverá a ofrecer un recorrido duro, variado y traicionero. Loeb lo tiene claro: el respeto al desierto es total. “Da igual cuántas veces hayas corrido el Dakar, siempre te sorprende. Las dunas, las piedras, la navegación… un pequeño error puede costarte horas”. Pese a ello, el alsaciano reconoce que la motivación sigue intacta. “Sigo teniendo la misma ilusión. Cada edición es un nuevo desafío. No siento presión externa, la presión me la pongo yo mismo porque sé que tenemos una oportunidad”.
A sus más de 50 años, Loeb no corre por inercia ni por pasado. Corre porque cree, por pasión. Y además llega directamente de lo más alto del podio con la reciente victoria obtenida en el Rallye de Marruecos al volante de su Dacia. “No necesito demostrar nada, pero el Dakar es diferente. Ganarlo significaría cerrar un círculo muy especial”. En Dacia, el equipo y la experiencia están ahí y será el desierto el que dictará sentencia, como siempre. Pero si algo queda claro es que Sébastien Loeb no ha venido a despedirse, sino a insistir, a luchar, a competir. Porque en el Dakar, lo de rendirse no es una opción. “Mientras siga creyendo que es posible seguiré intentándolo”.