Sébastien Loeb volvió a desplegar su magia innata el pasado fin de semana en Grecia. El alsaciano retornaba al mítico Acrópolis doce años después de su última participación. El viernes aprovechó su retrasada posición de salida para situarse al frente de la clasificación general y establecer diferencias importantes con el resto. Pocos kilómetros bastaron al piloto más laureado de todos los tiempos para demostrar su talento.
El sábado comenzó con otra buena actuación del galo, pero la rotura de la correa del alternador le abocó al abandono. A pesar de ello, Loeb se queda con las sensaciones que le transmite el Ford: "Lo he dicho desde el principio, me siento muy bien con el coche y tiene potencial. Me gusta conducirlo, lo disfruto muchísimo y se ajusta a mi estilo de conducción. Estoy contento con el coche, no tengo nada malo que decir sobre él".
El francés admite que no figuraba en sus planes un regreso al Campeonato del Mundo de Rallyes después de terminar su aventura con Hyundai. La oferta de Malcolm Wilson y la toma de contacto en el primer test le invitaron a regresar: "Cuando se acabó mi contrato con Hyundai, la realidad es que nunca pensé que volvería. Pero tuve otra oportunidad y me encantó el coche desde el primer test, así que decidí intentarlo otra vez".
Loeb afirma que su motivación permanece intacta. La mayor parte de la culpa recae sobre el propio Puma Rally1: "Creo que todos los coches pueden ganar, están todos muy parejos en rendimiento. El Puma me motiva a hacer algunos rallyes porque me siento bien en él, solo tenemos que terminar. El WRC es muy exigente con las preparaciones que requiere, así que, si estoy haciendo esto, es porque tengo la motivación suficiente".