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Monte-Carlo del `94. Primera prueba del Mundial. Época dorada de los Grupo A. Un \'Monte\' a la antigua usanza, con etapa de concentración, etapa de clasificación, 22 especiales (cerca de la mitad de noche), cuatro jornadas de competición (22-27 de enero), y casi 600 kilómetros cronometrados por las gélidas y escarpadas carreteras de Valence, St Agrève, Allevard-les-Bains, Gap, Mónaco... Dureza, resistencia, una climatología adversa, con frío, hielo y nieve en las carreteras de los Altos Alpes. Y un actor principal: François Delecour.
Después de tener que entregarle la victoria a Sainz en el último tramo, en la edición del `91, por una avería en la suspensión; de sucumbir ante Auriol en el `93 por un puñado de segundos... El `94 fue, por fin, el año en que el francés pudo ganar, de una vez por todas, el rallye de sus amores: el \'Monte\'.
Las cosas se le pusieron de cara a Delecour desde el principio. Schwarz y Auriol lideraron la general en los primeros compases, pero sufrieron sendas salidas de carretera en medio de la nieve de las montañas de Valence que dejaron el camino libre a François. A los mandos de un Ford Escort RS Cosworth del equipo de fábrica, el galo se posicionó líder desde la primera etapa, aguantó en cabeza durante todo el rallye, y por fin lo tuvo todo a su favor para llevarse el rallye por poco más de un minuto de ventaja sobre Juha Kankkunen, segundo en el podio con su Toyota Celica 4WD, por delante de Carlos Sainz y el Subaru Impreza de Prodrive con el que debutó en aquel Monte-Carlo. Puras, por cierto, acabó segundo de su categoría (y noveno en la general) con el Escort patrocinado por Cepsa que le dio el título mundial de Grupo N ese mismo año.
Aquella de Delecour fue la primera victoria de un Ford en el Monte-Carlo después de 41 años. Y la última, la más deseada, de las cuatro que consiguió en el Mundial ese francés del norte, de rostro anguloso y enjuto, pelo escaso y pequeña estatura, que todavía hoy se sigue poniendo al volante de algún WRC, con su mono ignífugo remangado aún hasta los codos (marca de la casa), espíritu jovial, mirada de perro viejo, y el sueño pueril de volver a vivir, dos décadas después, la hazaña de aquel \'Monte\'...