El pasado domingo, Kalle Rovanperä cumplió un sueño que nació cuando apenas tenía ocho años de edad. A principios de la década pasada, unas imágenes de un niño al volante de un Toyota Starlet cuasaron sensación en todos los rincones del planeta y, especialmente, en los equipos de la máxima categoría del Campeonato del Mundo. Un menor era capaz de controlar un coche de propulsión en las condiciones más invernales.
Harri, el expiloto de Seat, Peugeot, Mitsubishi y Skoda, compartió con orgullo las maniobras protagonizadas por su hijo a los mandos de un vehículo adaptado a su altura. Los dirigentes de las formaciones implicadas en la primera división del certamen más exigente activaron su radar para campañas futuras. Un talento se estaba desarrollando en los bosques de Finlandia. ¿Quién sería capaz de cazar a la nueva estrella?
Sin embargo, había que mantener la prudencia hasta su debut oficial en competición. Este se produjo en la temporada 2011 en pruebas de índole regional en Estonia. El nórdico se empapó de conocimientos en la zona báltica, realizando sus primeras apariciones con monturas punteras a finales del 2016, cuando accedió al habitáculo de un Skoda Fabia R5. Los resultados hablaban por sí solos. Cosechó cinco victorias en un curso.
El momento de ascender al Mundial tuvo lugar en los últimos meses de la campaña posterior. Un Ford Fiesta R5 fue el artefacto escogido para el ascenso a la esfera internacional. Los rallyes de Gran Bretaña y Australia le ofrecieron una incontable cantidad de desafíos. Además de con el peso de la juventud, el menor de la saga Rovanperä tuvo que cargar con el de su apellido y con el de las inmensas expectativas que había levantado.
Sus destellos en ambas rondas sobre grava captaron la atención de Skoda Motorsport, que le incorporó a una imponente plantilla en la que ya figuraban Jan Kopecký y Pontus Tidemand. El de Jyväskylä avisó de sus intenciones a medida que se adaptaba a la presión propia de un certamen tan prestigioso. Utilizó un año para aprender y el otro para certificar el entorchado en la extinta WRC2 Pro, el que le abrió las puertas de Toyota.
Los nipones, con Tommi Mäkinen a la cabeza, se hicieron con los servicios de Rovanperä antes que las estructuras rivales. Ese movimiento otorgaba una garantía de futuro que se terminó por concretar el pasado fin de semana en Nueva Zelanda. En su tercera temporada con los hermanos mayores, el finlandés arrolló a la competencia sin compasión alguna, rompiendo en su camino cada uno de los récords de precocidad.