Dani Sordo regresó el pasado fin de semana al Campeonato del Mundo después de seis meses de inactividad. El cántabro tenía por delante un reto mayúsculo. De los cuatro pilotos de Hyundai Motorsport era el que menos kilómetros había acumulado a bordo del nuevo i20 N Rally1. No se trataba de un coche cualquiera, sino del primer vehículo híbrido diseñado por los surcoreanos para competir en la máxima categoría.
Nuestro representante comenzó el Rally de Portugal con un error en la superespecial urbana de Coímbra. Con tantas cosas a las que adaptarse, perdió un momento la concentración y se desvió en una glorieta por una salida no indicada en el libro de ruta. Al término del Power Stage nadie se acordaba de ese despiste. Sordo protagonizó una inteligente remontada y en la última especial arrebató el bronce a Takamoto Katsuta.
En pruebas como la lusa la experiencia pesa, principalmente en las segundas pasadas. Las carreteras se rompen demasiado y es necesario gestionar la mecánica. Sus compañeros sucumbieron a esa dureza. El vehículo de Thierry Neuville sufrió una avería en la transmisión que le eliminó de la lucha por la victoria, mientras que Ott Tänak acumuló dos pinchazos que le condenaron al fondo de la clasificación entre los Rally1.
Sordo libró todos esos contratiempos e inicio la última jornada en una peligrosa cuarta plaza. De ninguna de las maneras podría haber concluido en ella. Si no conseguía superar a su predecesor en los cinco tramos que restaban, habría recibido órdenes de equipo para dejar pasar al belga y al estonio, los dos titulares de la marca. El rival con el que se disputaba el tercer puesto ofreció resistencia, pero no la suficiente para contenerle.