El pasado fin de semana Toyota consiguió su quinto título de fabricantes en el Mundial de Rallyes, el segundo desde su retorno con un Yaris WRC que ya va camino de los museos. Aunque los puntos finalmente los aportaron Sébastien Ogier-Julien Ingrassia y Elfyn Evans-Scott Martin con el doblete, fueron los finlandeses Kalle Rovanperä-Jonne Halttunen los que completaron el Rallye de Monza centrados en los intereses de su marca.
Toyota nunca antes había impuesto órdenes a sus pilotos. Tommi Mäkinen instauró esa filosofía y su sucesor en el cargo, Jari-Matti Latvala, siguió la misma dirección. Al país transalpino arribaron con una ventaja considerable sobre Hyundai, pero con Ogier y Evans enzarzados en una trepidante disputa por la corona. Como ya habían comprobado en la anterior edición del evento con base en el ‘Templo de la Velocidad’, los abandonos entraban en el abanico de posibilidades en un duelo tan intenso.
Por ello encomendaron a Kalle Rovanperä-Jonne Halttunen una tarea que comprometería su actuación en lo personal, pero que supondría una baza segura en lo colectivo. En las frías carreteras de los montes italianos y en los recovecos interiores del histórico trazado, la pareja nórdica no asumió ningún tipo de riesgo, contribuyendo así a reducir el ritmo cardíaco de sus dirigentes y, lo más importante, a asegurar el título de fabricantes en caso de que las circunstancias lo hubiesen requerido.