No es precisamente la URSS el primer país que se nos venga a la cabeza cuando hablamos de la historia del rallye, pero a pesar de ello, el mundo del motor sirvió también como un ejemplo perfecto para mostrar el enfrentamiento ideológico Este y Oeste, o más bien, entre Capitalismo y Comunismo; pero esta vez, con los coches en el punto de mira.
Aunque las competiciones de motor soviéticas no gozaron del mismo glamour que en Occidente, se puede decir que desempeñaron un papel clave en la propaganda de un Estado que, al igual que había hecho la Alemania Nazi, trataba de poner en valor sus logros tecnológicos y deportivos con el fin de mostrarse fuerte ante el mundo.
Por ello, el Rallye de Moscú y el Rallye de Leningrado se convirtieron pronto en las competiciones más importantes organizadas en la URSS, atrayendo a conductores nacionales y, ocasionalmente, a competidores de los países del Bloque del Este, que parecían no tener miedo de enfrentarse a las vastas y extensas rutas que recorrían en las inhóspitas regiones soviéticas.
La industria automovilística de los comunistas también se aprovechó de estas competiciones para mostrar el poderío de sus coches, como los icónicos Lada, GAZ y Moskvitch. Pues aunque estos vehículos estaban diseñados principalmente para la vida cotidiana de los ciudadanos soviéticos, sus versiones modificadas para los rallyes servían para destacar la ingeniería y durabilidad de su tecnología frente a los coches de Occidente. Los rallyes eran una oportunidad para demostrar que, a pesar de las limitaciones económicas, la URSS podía competir frente a la mayor vanguardia tecnológica.
En cuanto a los pilotos, si bien no alcanzaban la fama de sus homólogos europeos o estadounidenses, eran figuras respetadas dentro del país. Entre los más conocidos estaba Viktor Moskovsky, quien logró notables victorias en competiciones locales y fue una de las caras del automovilismo soviético durante la década de 1970; pero que fue rápidamente olvidado en un deporte que, como todo en la URSS, estaba controlado por el Estado.
Al final, el excesivo control soviético acabó perjudicando el avance del rallye, pues los dirigentes del país no aprovecharon estas competiciones para proyectar la imagen de autosuficiencia y progreso que trataban de mostrar al mundo, y como su comunismo, el rallye en la URSS, se apagó.