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Un dos de mayo de 1985 Attilio Bettega partió del service del Tour de Córcega de Lancia con su 037, decorado con los colores blanco, azul y rojo icónicos de Martini. Un año después Henri Toivonen haría lo propio con su Delta S4 – por desgracia, ninguno de ellos regresaría con vida de los tramos de la isla francesa.
Tres décadas más tarde, se sigue recordando con veneración a estos héroes en el mundo de los rallyes, héroes de una época tan temeraria y al mismo tiempo mítica como es la de los Grupo B. Aquellas máquinas lograron marcar páginas doradas en la historia del deporte, tanto por la potencia bruta de los vehículos (en especial el Delta S4 y el Audi Sport Quattro S1) como por la competitividad que desarrollaron las marcas de carrera a carrera.
Por fortuna, ambos tuvieron tiempo para disfrutar al volante y de hacer disfrutar a los espectadores. Bettega siempre estuvo a los servicios de Fiat y Lancia, logrando varias victorias en el Campeonato Europeo de Rallyes con el 131 Abarth y el Stratos antes de llegar al WRC en el Rallye de Sanremo de 1979 – acabó tercero. Repetiría la hazaña en el Acrópolis de 1981 (además de lograr más podios y victorias en el europeo al mismo tiempo), antes de fichar por Lancia para el año siguiente.
Ya en 1983 la apuesta de Lancia se mostró efectiva, logrando un cuarto en Córcega y quinto en Acrópolis para terminar la temporada con dos terceros en Nueva Zelanda y Sanremo. Su forma se mantendría intacta en 1984, consiguiendo otro tercer puesto en el Rallye de Portugal antes de cosechar su mejor resultado con el segundo puesto en Sanremo. Entonces llegó 1985. Tras varios rallyes sin mucha fortuna (se accidentó en el Rallye Costa Brava y el motor cedió en el Safari), llegó a Córcega un año más.
Acerca de Toivonen se han escrito verdaderos ríos de tinta. Hijo del campeón europeo Pauli Toivonen, comenzó en el karting y subió en la escalera de los monoplazas antes de que, debido a motivos de seguridad, optara por pasarse a los rallyes. Aún así llegó a participar en dos carreras del WSC y en varias carreras de Fórmula 3 con Eddie Jordan, llegando a probar para el equipo March de la categoría reina en 1982, superando en 1,4 al piloto oficial Raúl Boesel.
Comenzó de manera tímida, con un Simca Rallye 2 privado en el Rallye 1000 lagos de 1975 con el cual no conseguiría acabar la prueba. Dos años más tarde, a bordo de un Chrysler Avenger, terminó la prueba en quinta posición antes de que se celebrase la prueba que atrajo la atención de todo el mundo: el Arctic Rallye de 1978. Siendo parte tanto del ERC como de lo que se convertiría al año siguiente en el WRC, el único capaz de derrotar a Toivonen no fue otro que Ari Vatanen, superando incluso a Markku Alen. Esto, junto a dos apariciones con Citroën, hicieron que tanto un equipo de Porsche como Chrysler le ofrecieran asientos. Sus esfuerzos y su velocidad le llevaron hasta Talbot.
Su temporada 1980 se recuerda tanto por sus accidentes como por su sorprendente primera victoria, venciendo a Hannu Mikkola por más de cuatro minutos en el Lombard RAC Rallye. Se convirtió en el piloto más joven en ganar un rallye hasta que Jari-Matti Latvala superó este record de precocidad en el Rallye de Suecia de 2008. El Sunbeam Lotus no se mostraba tan rápido como sus rivales del Grupo 4 en 1981, pero los esfuerzos de Toivonen y Guy Fréquelin le valieron la corona a Talbot al final de la temporada. Para 1982, el finés estaba al volante del Opel Ascona 400.
Junto con Vatanen, Walter Röhrl y Jimmy McRae (padre de Colin), Toivonen trató de conseguir resultados de manera más constante – dos podios fueron lo mejor de ese año, antes de cambiar al Manta 400 en 1983. Pese a ganar varias pruebas nacionales, en el mundial no pisó el podio, con el cuarto puesto en Sanremo como mejor resultado. Tras sus dos carreras con el Porsche 956 en el WSC, decidió seguir a David Richards y su proyecto Prodrive con Porsche, si bien estaba relacionado con un asiento con Peugeot Talbot Sport. Participando en el ERC logró cinco victorias consecutivas – a la vez que un contrato con Lancia. Una lesión en la espalda le impidió ganar el campeonato, mientras que en el WRC emuló su debut con Opel: lideró para sorpresa de todos antes de retirarse a pocos tramos del final. Volvió a tener un accidente en el Acrópolis para después subir al podio en el 1000 Lagos con su 037.
La temporada 1985 comenzó mal para Toivonen, lesionándose (otra vez) la espalda en un accidente en el Rallye Costa Esmeralda del ERC. Volvió a tiempo para el 1000 Lagos y el Sanremo, siendo cuarto y tercero en sus últimos rallyes con el 037. Para el RAC Rallye, el arma definitiva de Lancia estaba lista: el Delta S4, capaz de luchar contra los Audi y Peugeot. Toivonen le dio al Delta S4 la victoria en su debut, así como en el Rallye de Montecarlo de 1986. En Suecia el motor no aguantó, mientras que en Portugal se retiró tras el accidente de Joaquim Santos en el que fallecieron tres espectadores. Fue entonces cuando se produjo la leyenda del Delta S4, pues probando en Estoril se estimó que a una vuelta tenía ritmo para calificarse sexto en el Gran Premio de Portugal de Fórmula 1 – pese al escepticismo de su compañero Kankkunen y su jefe Cesare Fiorio. El siguiente rallye del WRC para Toivonen fue el de Córcega, al que llegó con fiebre y molestias en la garganta.
Fue en la isla gala donde la muerte les esperaba, en las carreteras que ambos amaban. En el tercer tramo de 1985 Bettega perdió el control del 037 Rallye y chocó contra un árbol, empotrándose el Lancia contra él por el asiento del piloto. Mientras que su copiloto Maurizio Perissinot salió ileso, Bettega no tuvo oportunidad. En el decimoctavo tramo de 1986, mientras lideraba tras varios scratch, el finés se quejaba de que el Delta S4 era demasiado potente como para controlarlo y que un error podría matarlo. En el kilómetro siete el Lancia blanco se salió de la pista en una cerrada de izquierdas, volcó y el depósito de combustible se rajó, estallando en una bola de fuego que fulminó todo el vehículo, atrapando a Toivonen y a su copiloto Sergio Cresto – quien también acompañó a Bettega en las pruebas del ERC.
El accidente de Bettega hizo saltar las alarmas sobre la seguridad de los Grupo B. El de Toivonen fue el punto y final. Tal como ocurriera ocho años más tarde con Ayrton Senna y Roland Ratzenberger en la Fórmula Uno, fue el trágico inicio de una concienciación de la seguridad, pues el deporte no debía acumular más héroes en los cementerios. El legado del piloto italiano se perpetúa tanto por su hijo Alessandro, piloto de rallyes en activo, como por el Memorial Attilio Bettega, un rallysprint anual en el que se dan cita pilotos de todo el mundo. Toivonen, además de sus dos hijos y su hermano, el también piloto Harri, es recordado cada año con la Carrera de Campeones, certamen que se originó en su honor – convirtiéndose en un showdown de pilotos de todas las disciplinas, de manera similar a como Toivonen brilló tanto en rallyes como en monoplazas.
Se escribirán sobre ellos mil y una veces – novecientas noventa y nueve en torno a esta fecha – pero jamás se dirá suficiente sobre sus hazañas al volante. Todos los seguidores de este gran deporte seguiremos vibrando con el rugido de sus máquinas, con las imágenes de sus momentos en activo. Pero sobre todo lo que más nos moverá desde dentro es la pasión que desprendían en cada curva, pues vivieron hasta el final en el sitio que les correspondía – a fondo.