Era de esperar que Jari-Matti Latvala fuese rápido en el Rally de Finlandia, dentro de sus posibilidades dentro del Toyota GR Yaris Rally2. Alguien que fue varios años subcampeón mundial, además en la era del Sébastien Ogier más aplastador con Volkswagen, y que en algunos momentos llegó a ser un serio aspirante, se espera que sea rápido. Lo cual no quita que fuera ilusionante, atractivo, que hiciera sonreír a los seguidores del WRC.
Es sabido que Latvala no está 'del todo' retirado: sí, lleva varios años ejerciendo como director deportivo de Toyota Gazoo Racing, un rol más de 'cuello blanco' que de pelearse con un volante enfundado en un mono de carreras. Aún así, sus varias apariciones en rallies históricos han ido a más, compitiendo este año en el Europeo de Históricos con los colores de TGR en su Toyota Celica GT-Four ST-185, acompañado por Janni Hussi a las notas.
Pero, evidentemente, el Celica no tiene nada que ver con la conducción de un Rally2 o cualquier coche moderno. Poco o nada, una dinámica muy distinta, algo que además pudimos hablar con él cara a cara semanas atrás. Es por ello que fue interesante y, en cierto modo, ilusionante, verle pelear con la juventud y estar cerca de ganar la categoría WRC2, impedido sobre todo por la visibilidad cuando cayó el diluvio al final de la mañana del viernes. Esto sería determinante en la victoria que se llevó Roope Korhonen.
Y no es sólo por el hecho de ser 'un piloto de la infancia'. Sin presión encima, un piloto tan carismático como Latvala es algo que la gente espera sentado, subiendo el volumen a la TV para escuchar cada palabra y cada emoción. Y Latvala es pura emoción - siempre lo ha sido, el finés que va contra los estereotipos de los fineses en ese sentido.
No se puede, ni se debe, vivir de nostalgia - aunque es cierto que la nostalgia es una herramienta de marketing brutal. Pero ver a Latvala a 1,1 segundos de ganar en WRC2 tras cinco años centrado en otros menesteres en TGR nos sacó una sonrisa a muchos. El sisu no se ha olvidado, después de todo.