Que no es la primera decisión ni la más importante en el contexto de la pandemia, es una obviedad. Que es un tema secundario y con poca relevancia dentro de la crisis sanitaria, también. Pero es lo que me atañe en referencia a lo que puedo publicar y, por tanto, sobre ello opino.
Como todo en la vida, cada condición, decisión o situación, cualquiera que sea, tiene unas consecuencias. Una parte buena, y otra que no lo será tanto. Un yin y un yang.
Las competiciones o disciplinas deportivas que se desarrollen en un recinto cerrado, tendrán un espacio de actuación acotado sobre el que se podrán aplicar unas u otras medidas para controlar o limitar el contacto y la proximidad entre las personas asistentes.
Esto en los rallyes no ocurre. O al menos no en los tramos cronometrados.
El campeonato del mundo, por tratar la punta del iceberg, y aunque lógicamente esto sea extrapolable a cualquier ámbito geográfico de menor escala, se ha visto tocado y casi hundido por la pandemia. El calendario se ha visto reducido -aún de forma no definitiva- a un puñado de pruebas que ni siquiera se sabe si será merecedor de coronar a un campeón.
El deporte, a la par que el resto de la vida, está volviendo a reanudar su marcha con aquellas medidas de contención que exige esta nueva normalidad. Aquellos que tienen una mayor facilidad de retransmisión por celebrarse en recintos o espacios cerrados, se verán algo menos afectados.
¿Cómo se puede limitar el contacto entre personas en un rallye con tres, cinco u ocho tramos diferentes de diez kilómetros? O de cinco, o aunque sea de dos kilómetros.
Entiendo que se acotarán las zonas de público, y se establecerán todas las medidas oportunas para que el deporte pueda seguir su curso adaptado a la situación. Pero, realmente, creo que el porvenir del rallye depende de los aficionados, entre los que me incluyo. Como todo, en general. Pero repito que éste es el tema que me atañe y por ende sobre el que escribo.
En nuestras manos está que seamos un deporte en el que haya una masificación con malos hábitos que provoque una mayor limitación de asistencia, o incluso la prohibición de la misma, con todo lo que publicitaria y económicamente ello conlleva. O que, por el contrario, sepamos darle ese aliento que los rallyes necesitan para poder seguir con vida, ahora, que su respiración está más mermada que nunca a causa del virus.