Abro paraguas para soportar la tormenta que he desatado con dicho titular. Perdón de antemano a todos aquellos que no opinen igual que yo, que seréis muchos, pero es que la opinión, como las madres, todos tenemos una. Y la mía respecto al eterno debate sobre quién es el mejor piloto de rallyes de todos los tiempos está clara: Sébastien Ogier.
El francés logró ayer su octavo y, presumiblemente, último título mundial de rallyes. Ocho, a tan sólo uno del recordman Sébastien Loeb. Pero más allá de los números, que avalan fervientemente mi razonamiento, a Ogier hay que valorarle por otro tipo de intangibles que le aproximan a la cúspide de la historia del WRC.
¿Por qué para mi es el mejor de todos los tiempos?
Porque el de Gap aúna las mejores cualidades de algunos de los más grandes de la especialidad. Tiene la determinación por el trabajo y la victoria que sigue haciendo gala Carlos Sainz, tiene la velocidad y garra del añorado Colin McRae, tiene el talento innato de Juha Kankkunen, tiene el hambre voraz de romper récords de su tocayo Loeb y tiene ‘la flor’ -o suerte del campeón de la que ayer también hizo gala- que tanto lució en su carrera Tommi Mäkinen.
Ogier es, sin duda, el piloto más completo de la historia del Mundial, un puesto que Loeb le podría pelear pero que, con dos carreras deportivas completamente opuestas, acaba cayendo del lado del actual piloto de Toyota. Es sencillo, si algo hay que reprocharle al alsaciano es que nunca se atrevió a salir de la órbita de Citroën cuando estaba en su zénit, algo que el bueno de su compatriota no dudó ni un momento.
Primero fue plantándole cara al gran campeón y protegido de Citroën en una épica y recordada temporada de 2011, que si no llega ser por un vuelco en Australia podría haber logrado su primera corona aquella campaña, la única en la que compitió de igual a igual con Loeb. Después el paso por Volkswagen es historia del Mundial, nadie ganó tanto en cuatro temporadas como Ogier con los alemanes y tras esa dictadura llegó el barro, el arrojo, la valentía, fichar por M-Sport Ford.
El galo se fue al equipo más limitado económicamente y logró dos títulos consecutivos con una máquina que en el último año no estaba a la altura de rendimiento de los Hyundai y Toyota. Su última etapa en la firma japonesa -tras el breve y abrupto paso de vuelta a Citroën en 2019- no ha hecho que confirmar mi teoría: Sébastien Ogier es el más grande de todos los tiempos.