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Llovera: "Lo hice porque nadie me dijo que era imposible"

Albert Llovera y Alex Haro finalizaron el Rally Dakar, el más duro del mundo, a bordo de un pequeño Buggy. Albert logró la hazaña en su tercer intento

19/01/2015 | Sergio Martínez | Fotos: Press | Leído: 14163

Son pocas las personas del mundo de la competición que no conocen a Albert Llovera. Su espíritu de superación y su sonrisa eterna, una sonrisa que mantiene incluso en los momentos más duros, han conquistado a todos, compañeros, rivales, aficionados…

 

Albert, centrado en la automoción desde el accidente de esquí que lo dejó en silla de ruedas, tenía una espina clavada, el no haber podido terminar el Dakar. En 2007, en África, la preparación no fue la suficiente, el motor de su todoterreno Isuzu dijo basta en el ecuador de la prueba. Años después, volvería a intentarlo, casi de manera inesperada, apoyado por Nasser Al-Attiyah, a quién conocía de los Rallye, y cuya relación creció tras conocer el príncipe qatarí a una chica llamada Cristina que se identificó como hija de Albert Llovera. Este encuentro no fue en un lugar habitual, sino que fue en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y es que como de casta le viene al galgo, la hija de Albert es atleta, atleta olímpica.


 
 

De las conversaciones fruto de ese encuentro nació la promesa de Nasser, la promesa de, si era posible, ayudar a Albert a regresar al Dakar. Y no hubo que esperar mucho. De manera precipitada, a finales de 2013, se preparó un pequeño Buggy del equipo MD para Albert. Desafortunadamente, no hubo tiempo de adaptación. Albert pilotó ese Buggy por primera vez en Argentina, en un enlace previo a la primera etapa, donde se hizo con los mandos del mismo, que afortunadamente habían sido diseñados a semejanza de los que usaba en el campeonato de España de Rally.

 

El segundo intento de Albert se truncó a poco del final. Los retrasos acumulados derivaron en más retrasos, que provocó que al coche no se le pudiera realizar la asistencia necesaria. El coche fue desarrollando problemas de temperatura que no se pudieron resolver, por lo que hubo que decir adiós. Y una vez más, Albert mostró una de sus características que le hacen especial. Tras una etapa infernal, de madrugada, llegaba al campamento, sin apenas haber detenido el coche, las cámaras le esperaban. Albert explicaba que estaban fuera, el que el coche estaba muerto, todo ello, con una sonrisa, con un humor envidiable. El Dakar le derrotó, pero el andorrano se tomaría la revancha en 2015.

 

Y en esta edición todo tenía que ser mejor. El coche no era desconocido, se repetía con el equipo. El Dakar siempre sorprende, siempre hay terceros agentes que lo pueden volver una pesadilla. Desde su disputa en América, al Dakar le ha perseguido la coletilla de facilón. Las mecánicas avanzan, la carrera siempre está repleta de lugareños dispuestos a ayudar, por lo que el número de participantes que acababan la prueba iba en aumento, dándole una falsa apariencia de fácil. A los organizadores, que les es más fácil controlar 80 coches que 150, no les gusta esto,  por eso prepararon una trampa mortal ya en la segunda etapa. Unas pistas estrechas de fesh-fesh, que quedarían completamente destruidas tras el paso de los favoritos, y donde los pilotos con coches más modestos sufrirían. Para asegurarse la derrota de estos pilotos, la organización además mandó los camiones por otro camino, imposibilitando la ayuda.


 
 

Esta etapa se llevó el sueño de 30 participantes, y de varios más en los siguientes días como consecuencia directa de esta criba. Albert finalizó en la posición 47 en este duro tramo, a 3:39 horas del ganador, pero por delante de pilotos como Romain Dumas o Robby Gordon. En teoría, superado este duro bache, la carrera disminuiría de dificultad, y las etapas serían más asequibles. Pero no fue así. El desierto no perdona, y desafortunadamente, siempre aparecían piedras en el camino dispuestas a complicar la aventura. Así ocurrió en la cuarta etapa, cuando Albert venía para meterse en el Top25, pero una avería lo impidió. Un trapecio se rompió a solo 20 kilómetros de la meta al tropezar con la temida hierba de camello en la cresta de una duna.
 


Afortunadamente, el gran apoyo de Albert en este Dakar, su copiloto Álex Haro, encontró la solución, pudiendo reparar el coche. La mala noticia es que el trabajar solo, les hizo demorar más de dos horas, entrando en la desagradable espiral de los pilotos retrasados. Al salir tarde, incluso por detrás de los camiones, te encuentras pistas más rotas, que te hacen ir más lento, llegando aún más tarde. Una espiral que no siempre se logra superar, y que es común que acabe en abandono.

 

El Dakar no les dio un respiro. Al día siguiente, de nuevo, solución de emergencia para poder llegar a meta. Haro tuvo que quitar uno de los discos de freno delanteros y fijar la rueda de cualquier manera para poder llegar a Antofagasta y finalizar la etapa, que a pesar de todo, lo hicieron en una posición muy digna. Con la vista puesta en la jornada de descanso, viajaron a Bolivia, donde el destino les tenía preparado un nuevo revés, Lluvia y frío. Una pista encharcada, agua entrando dentro del coche, y los pilotos empapados justo el día que no había asistencia, ni ropa para cambiarse. Aun así pudieron con el Salar de Uyuni, el mal de altura, las bajas temperaturas y los largos enlaces, completando una nueva etapa y pudiendo afrontar la tan deseada jornada de descanso.


 
 

Tras la jornada de descanso, Llovera y Haro sorprendían con una magnífica trigésima posición, aún más sorprendente cuando Albert confesaba haber tenido que sacrificar el ritmo al comenzar los dolores físicos en su pecho al poco de comenzar la etapa.  Al día siguiente, décima etapa, de más de cuatro horas, Albert lograba su mejor posición en el Rally, vigésimo noveno, finalizando a menos de media hora del ganador, en una etapa que duró más de cuatro horas. El andorrano se mostró muy satisfecho con lo logrado, admitiendo que la etapa se adaptaba a su estilo de pilotaje.

 

Con la vista puesta en Buenos Aires, pensando en acabar el Rally, comenzó la pesadilla de Albert. Tras marcar buenos parciales, la etapa se torció cerca del final. Tras cruzar zonas húmedas, el coche dejaba de funcionar. Problemas eléctricos que también había sufrido su compañero Romain Dumas, en un Buggy similar. La undécima etapa acabó con el Buggy remolcado, al igual que la duodécima etapa. Salir tan retrasado, sin apenas ayudar por detrás, siempre infunde respeto, especialmente cuando el coche estaba sufriendo problemas mecánicos.


 
 

Para colmo de males, la última etapa, esa etapa falsamente llamada de trámite, se disputaba bajo un infernal barro debido a las lluvias. La fortuna sonrió a Albert en esta ocasión, y la organización decidió dejar la etapa en un tramo de apenas 34 kilómetros. Albert y Álex, que salían en penúltima posición, pudieron completar el tramo sin problemas, consiguiendo el objetivo de llegar a Buenos Aires, donde se pudieron dar el gustazo de subir al podio, donde Albert se bajó del coche para saludar al público que le vitoreaba, donde consiguió esa medalla tan especial por la que gran parte de los participantes anhelan.


 
 

“Hemos acabado y estamos muy contentos de haber conseguido la prioridad que nos habíamos marcado al iniciar el viaje a Buenos Aires. Ha habido momentos muy duros, sobre todo en la recta final de la prueba cuando veíamos el final cerca pero la mecánica parecía que no aguantaría. Al final todo ha salido bien y repito, muy satisfechos por haber superado este reto tan complicado.

 

Fue muy dura la segunda jornada y, como comentaba, al final hemos tenido problemas de todo tipo pero en ningún momento hemos perdido la calma y hemos encontrado la mejor solución para seguir adelante.


 
 

Antes de iniciar el Dakar nos comentaban que era imposible que acabáramos tal y como la organización había planteado esta edición de la prueba y...  hemos pasado por segunda vez (o sea de vuelta) por el podio de la plaza de Mayo en Buenos Aires.

 

Quiero dar las gracias a Àlex Haro mi soporte imprescindible en las pistas, al equipo MD Rallye Team que han cuidado de la mecánica en las asistencias, los sponsors imprescindibles para iniciar la aventura y a todos los aficionados en general que me han animado, tanto in-situ como por otros medios, mientras hemos competido en este Dakar. Muchas gracias a todos.”

 

Albert y Alex llegaban este Lunes a Barcelona, donde han sido recibidos en el aeropuerto por familiares, amigos y fans que les esperaban ansiosos para poder felicitarles tal y como se merecen. Ahora, tiempo para descansar, y es que si el Dakar desgasta, imaginen hacerlo sin utilizar las piernas.  


 



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