Gloria y fracaso. Uno exultante, otro hundido. El duelo de leyendas del 90º Rallye de Monte-Carlo coronó a Sébastien Loeb. Sin descanso alguno después del Rally Dakar, el nueve veces campeón del mundo se resarce a lo grande de su derrota en los desiertos. El mismo espíritu con el que mantuvo la presión hace una semana sobre Nasser Al-Attiyah le ha otorgado una victoria épica ante su eterno rival en la especialidad.
En un final no apto para cardíacos, Sébastien Ogier perdió todo el colchón que se había construido ayer en la nieve de Sisteron en la penúltima especial. Cuando comandaba la tabla con una renta de más de 20", una cuneta le arrebató el triunfo en un evento en el que había establecido un imperio. El de Gap cruzó la pancarta de meta con el neumático delantero izquierdo de su Toyota completamente desintegrado.
Lejos de derrumbarse, se lanzó a por su excompañero de equipo en el frenético descenso de Briançonnet/Entrevaux. Las placas de hielo que se habían encontrado en la primera pasada concentraban sus esperanzas de la heroíca remontada. Pero en la salida terminó de condenar sus opciones a la novena. Se adelantó a la luz verde del reloj regresivo, desconcentrado por un extraño ruido en el motor de su montura.
Pero sin la penalización de 10" que recibió por esa infracción tampoco habría impedido que Loeb descorchase el champán de los campeones e igualase su récord en el Monte-Carlo. El alsaciano, que aterrizaba a las calles del Principado con dudas de su rendimiento en asfalto tras sus actuaciones previas con el Hyundai i20 Coupé WRC, se desquitó de ellas con un fin de semana soberbio a los mandos del Ford Puma Rally1.
Dominador de la etapa del viernes, cedía la batuta de mando en las zonas más complejas de Sisteron. Los neumáticos superblandos le restaban confianza al volante del artefacto británico. Hoy volvió a los blandos, y a pesar de la diferencia que le separaba de Ogier, imprimió un ritmo alto con el que aprovechar cualquier giro de guion inesperado. Y cuando este llegó, él lo aprovechó para devolver las alegrías en M-Sport.
Malcolm Wilson repitió movimiento maestro en el mercado. Sus lágrimas hablan del tremendo esfuerzo que ha realizado su formación para recuperarse de la crisis económica que tanto golpeó a las prestaciones del Ford Fiesta WRC. Entregándose en cuerpo y alma al desarrollo del vehículo híbrido, inician la nueva era con dos coches en el podio. El irlandés Craig Breen, tercero, fue el primero en elogiar a los suyos.
Kalle Rovanperä se sitúa como líder virtual del certamen con su cuarto lugar y scratch en el Power Stage. Superando la puntuación de un Breen que en la cronometrada de bonificación decidió asegurar la medalla de bronce, el joven valor de Toyota solamente se topa por delante con unos Sébastien en programas parciales. Excelente su recuperación en los dos últimos días después de sus pesadillas con el subviraje.
El top cinco lo cerró otro Ford Puma Rally1, el dirigido por Gus Greensmith. Justo a sus espaldas, el único Hyundai superviviente. Thierry Neuville no podía contener su frustración. El belga había desafiado los límites, empuje que apenas le sirvió para lograr una victoria parcial. Otro de los derrotados del Monte-Carlo, Elfyn Evans, rescató cuatro puntos en el Power Stage. Al menos en Suecia partirá con la pista limpia.