A estas alturas de la vida cuestionar la pureza de reacciones de un Mazda X-5 es casi un sacrilegio. Más o menos parecido a lo que sería cuestionar la palabra del sabio Chris Harris. Aunque cuando uno y otro se cruzan, saltan chispas.
Hace un par de años Harris criticó la conducción del último MX-5, describiéndola como poco interesante. Unas palabras que le valieron muchas críticas pero de las que no tenía posibilidad de retractarse, pues era firmemente lo que pensaba.
Para tratar de encontrar que es eso tan adictivo que todos encuentran en el roadster de Mazda, Harris ha cogido prestado el MX-5 de primera generación de su compañero y cámara Neil, y ha tratado de conectar con esa parte del coche que antes no encontró en unas carreteras a priori aptas para él.
Al menos esta vez dispone de una cámara para expresar mejor sus sensaciones en el Mazda, buenas o malas, pero sinceras.