Tras varios meses de mucha expectación tras haberse hecho públicas las primeras informaciones en los medios de comunicación relativas al trabajo que BMW podría estar haciendo para crear la variante del Serie 3 más rápida jamás vista, en el Salón de Fráncfort de 1985 por fin vio la luz el que quedaría convertido en un auténtico objeto de deseo de varias generaciones completas aficionadas a los automóviles de altas prestaciones: el M3 E30. Referencia y líder indiscutible del segmento de las berlinas deportivas en los últimos 35 años.
Para los ingenieros de la división M de BMW —en aquel tiempo conocida como BMW Motorsport— no resultó nada fácil darle forma al que estaba llamado a ser un modelo crucial para la marca: su desarrollo hubo de adaptarse a unos plazos realmente cortos y, además, debería cargar sobre sus hombros con la responsabilidad de servir como base para la homologación de las variantes Grupo A dentro del universo de la competición. Pero hicieron un buen trabajo: el BMW M3 Grupo A pronto quedó convertido en el turismo con mayor éxito en el mundo de las carreras y nada menos que 17.970 unidades de producción fueron puestas en circulación. Una cifra excepcional teniendo en cuenta que el objetivo, para cumplir con la normativa de la FIA, era ensamblar al menos 5.000.
Así nacería el héroe que encarnaría y transmitiría los valores de BMW M a lo largo de los 35 años de historia de la saga M3, con seis generaciones distintas y cuyo último representante, el M3 Competition, llega al mercado con argumentos más que solventes para perpetuar su reinado entre las berlinas de alto rendimiento.