La VII Edición del Salón del Automóvil de Turín estuvo marcada por la presentación de una nueva firma automovilística. Llegaba al Castillo del Valentino, donde se celebraba la muestra, con una propuesta sorprendente: el Lancia 12 HP, que pasaría a la posteridad como Lancia Alfa.
Este automóvil era fruto del trabajo y la inspiración de Vincenzo Lancia, un auténtico hombre del Renacimiento. Con sólo 26 años, se lanzaba a fabricar vehículos tras una carrera de éxitos pilotándolos, diseñándolos y supervisando su producción.
Desde muy pequeño, se mostró interesado en las matemáticas y, sobre todo, en la ingeniería. En 1898, entró como aprendiz en Ceirano, un fabricante de bicicletas en el que empezó como contable y terminó ayudando al desarrollo de su primer automóvil.
Tras la compra de esta firma por Fiat, pasó a ser inspector del proceso de fabricación y piloto de carreras. Su trayectoria deportiva le valió el honor de colocar la primera piedra del Circuito de Monza.
Aunque siguió compitiendo para el gigante turinés hasta 1909, Vincenzo Lancia llegó a un acuerdo amistoso con el senador Agnelli en 1906, para salir de la empresa e iniciar un proyecto ambicioso: plasmar sus ideas en un automóvil que llevaría su nombre: Lancia.
Tras meses de duro trabajo, en 1907, el propio Vincenzo podía empezar a probar el entonces llamado internamente Tipo 51, que acabaría poniendo a punto para iniciar su comercialización en el Salón de Turín, ya en febrero de 1908 como Lancia 12 HP. El nombre de Alfa vendría años después como una propuesta de su hermano Giovanni, profesor de Lenguas Clásicas, que le aconsejó nombrar a los modelos Lancia siguiendo las letras del alfabeto griego.
El trabajo valió la pena: el público supo apreciar un automóvil lleno de innovaciones, con un chasis bajo y ligero para los estándares de la época y una transmisión por cardán, en lugar de las cadenas que, al estilo de las bicicletas, eran la norma en aquella época.
Equipado con un motor de 2.544 cm3 de cuatro cilindros en línea que desarrollaba 28 CV a 1.800 rpm. Podía alcanzar una velocidad de 90 Km/h. Unas prestaciones que, unidas al hecho de que se comercializara como con carrocerías muy diversas como, Doble Faetón, Coupé de Lujo, Landaulet o Limusina, supusieron todo un éxito, con 100 unidades fabricadas, de las cuales varias se exportaron a Gran Bretaña y Estados Unidos.
Además, se produjo una versión específica para competición, con un chasis más corto, dando lugar a la estrecha relación de Lancia con los deportes del motor.