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No es un secreto que la actual generación de los WRC no está siendo un plato de fácil digestión para Citroën. Los números están ahí, para quien quiera verlos: apenas un par de triunfos desde la llegada del C3, casualmente, con el piloto que hace varios meses fue despedido del equipo rojo. Unas cifras difíciles de entender, más si cabe en un equipo acostumbrado a regar los laureles con copiosa frecuencia.
En el mundial más abierto de las últimas décadas del mundial, el equipo francés ocupa la posición del farolillo rojo en la tabla de puntos, no pudiendo combatir con sus rivales: M-Sport, Hyundai y Toyota. Lo intentaron con Ogier cuando VW -dando la campanada- abandonó el campeonato del mundo. Por aquel entonces, el señor Malcolm Wilson jugó mejor sus cartas y logró atraer al hombre referencia de este mundial.
Apenas dos años después, y con al menos un título más debajo de sus brazos, Citroën subió la puja para seducir a un exigente Ogier. La última oportunidad para hacerse con los servicios de un piloto galo, conduciendo para una marca de ese mismo país: una historia dulce que todavía hace eco en la historia de Versalles, aunque con diferentes protagonistas. No sólo ha sido la oferta económica lo que ha motivado al cinco veces campeón.
Pierre Budar ha logrado devolver la ilusión a la escuadra francesa. La ya confirmada noticia, ha devuelto la esperanza a la fábrica de un equipo, que ya espera con los brazos abiertos el retorno de un nuevo 'Seb', que vuelve a la que fue su casa hasta 2011. Ahora, motivado por alcanzar el récord de Juha Kankkunen, el chico de Gap, vestido de rojo, intentará reflotar la aciaga trayectoria de Citroën.