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Sébastien Ogier ha demostrado ante el mundo, en su máximo esplendor, el espíritu de pelea que le caracteriza como seis veces campeón mundial de rallyes. El piloto de Gap ha peleado con su propio Citroën C3 WRC sin dirección asistida, completando 58 kilómetros cronometrados sacando músculo tratando de perder el menor tiempo posible así como sus opciones a defender la corona.
Ogier llegaba a este rallye con un déficit de 28 puntos con respecto al líder del campeonato, Ott Tänak, lo que significa que si se deja dos puntos más no podrá alcanzarle en la última prueba del año, el Rallye de Australia. La presión se palpaba desde el primer momento y en el primer tramo del rallye, pese a salir delante, Ogier se situaba como primer líder de la prueba, por delante del español Dani Sordo, Tänak y Thierry Neuville.
Cuando más emocionante estaba la lucha, de repente al arrancar el tramo de Horta – Bot el C3 WRC del hexacampeón mundial comenzó la marcha, pero sin dirección asistida. Ogier se veía obligado a luchar curva a curva con el coche – y lo que es peor, en el enlace tras los 19 kilómetros de tramo no lograban reparar el problema, por lo que tuvo que hacer nada menos que 38,85 kilómetros (La Fatarella – Vilalta) aguantando el dolor en las manos en los brazos moviendo los más de 1.200 kilogramos de un World Rally Car, contando con la carga del depósito así como con el peso de Ogier y su copiloto Julien Ingrassia.
Aunque los mecánicos de Citroën lograron reparar el problema, el daño ya estaba hecho con una hemorragia de minutos que hace que ya no dependa de él pelear por el título. Ahora bien, aún faltan más de dos etapas y Ogier es experto en recuperarse de situaciones adversas, como ya ha demostrado en otras ocasiones: el ejemplo es Gales 2018, donde remontó desde la parte baja del Top 10 para asegurarse la victoria al final de la prueba.