Quizás no llega a ser tan hegemónico históricamente como el de la selección de baloncesto de los Estados Unidos. Pero el dominio francés en el campeonato del mundo de rallys ha convertido a la Marsellesa en la armonía por excelencia de los últimos 15 años del WRC.
Las distintas fórmulas de promoción de pilotos que nacen en Francia y desde su federación, han convertido al país galo en una fábrica de talentos que acoge a las jóvenes promesas del sur de Europa que quieren labrarse un futuro en este deporte. Y como talentos superlativos en todos los ámbitos que engloba un piloto de rallys están, como no, los Sébastien. Loeb y Ogier. Entre ambos se reparten los últimos quince entorchados mundiales del WRC.
Pues resulta ser que esa hegemonía parece no estar tan lejos de ser fracturada. Otra bandera, otros colores, otra cara, otro nombre. No es de Finlandia, pero a simple vista, o sin conocer su procedencia, nadie diría lo contrario. Su carácter, el director de su orquesta en Toyota y, sobre todo, su velocidad, provocan una relación inevitable con los maestros fineses. El estonio Ott Tänak está llamado a ser el heredero del trono de los Sébastien.
Y lo será, o no. También Grönholm y Hirvonen estuvieron cerca de conseguirlo, pero, al final, siempre se impuso Loeb.
Así que veremos si las tres rondas que restan para finalizar el campeonato decantan la balanza del lado de Ott, el nuevo, o si Ogier contribuye a que, cada vez más, la hegemonía francesa en el WRC se asemeje a la de los americanos en el baloncesto.