La odisea fraudulenta de Edith Weiss

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Algunos fines de semana llegan a ser inolvidables para pilotos y copilotos que dedican su vida a los rallyes y el del Rallye de Portugal sin duda lo ha sido para la danesa Jeanette Kvick. Por desgracia para la copiloto, lo ha sido por los motivos más equivocados posibles, todo ello por culpa de la actitud que ha mostrado durante todo el evento la que debió ser su piloto, la alemana Edith Weiss.

Weiss, de 53 años de edad, cuenta ya con varias participaciones en el Campeonato Mundial de Rallyes a sus espaldas, además de otras tantas en certámenes de la FIA como el Campeonato de Rallyes de Oriente Medio. Kvick, tras su paso por el Campeonato de España de Rallyes de Tierra, ha puesto sus miras en el Tour European Rally, empezando el año en el Rallye de Transilvania con el holandés Henk Bakkenes con su Mitsubishi Lancer Evolution X.

El primer momento extraño llegó cuando, en lugar de estar presentes el domingo anterior al rallye para una reunión de equipo (porque no habían formado pareja antes), Weiss no se presenta. En lugar de eso comunica a Kvick y al equipo Inside Motor que llegará el día siguiente…y llegado el lunes, se descubre que ni siquiera había comprado el billete de avión o reservado un hotel, llegando el lunes por la noche. Mientras tanto, Kvick tuvo que cumplimentar por las dos una serie de papeleos necesarios para poder participar en el rallye.

El calvario para la danesa empezó a fraguarse en los reconocimientos: Weiss se levantó dos horas más tarde, provocando un retraso que suponía que no podían reconocer los tramos según lo previsto ya que se salían del horario establecido. Tras varios problemas de entendimiento entre Weiss y Kvick, en el primer día sólo pudieron recorrer los tramos una sola vez, en lugar de preparar las notas con dos pasadas a cada tramo.

No obstante, esto estaba lejos de acabar: Weiss decidió tomarse varias copas y a la mañana siguiente, después de aparecer tarde de nuevo, decidió quedarse una hora más en la cama ya que se sentía cansada. Cuando salieron a reconocer los tramos restantes, sólo pudieron ver la súper especial de Lousada y los tramos del sábado (aunque pudieron hacerlo dos veces cada uno). Al final del día, Weiss completó la noche con otra ronda de alcohol.

De cara al jueves Weiss volvió a llegar tarde, de tal modo que ni siquiera pudo presentarse a tiempo para la sesión de shakedown. Llegados a este punto, Kvick se veía con una piloto que, tras todo esto, ni siquiera había probado el Peugeot 208 R2 ni una sola vez en su vida, no habiendo cogido ni un solo coche con cambio secuencial en toda su carrera deportiva. Durante la media hora que separaba el service de Exponor del tramo de Lousada, Weiss comentó a quejarse de que no conocía el coche y no había podido reconocer bien los tramos.

Y aún así, lo peor estaba por llegar: media hora antes de su turno, Weiss decidió irse a un restaurante cercano y tomarse unas cuantas cervezas, además de cenar por su cuenta mientras que Kvick esperaba dentro del coche – cuando pasó su turno, la alemana continuaba desaparecida. Los minutos pasaron y, después de que se pasase del tiempo límite, Kvick comunicaba a los comisarios que no iban a seguir, que se retiraban. Más tarde (aún) llegó Weiss – cerveza en mano – queriendo competir y, cuando se enteró de que estaban fuera de carrera, trató de excusarse ante los organizadores diciendo que se le pasó la hora y nadie le había avisado.

Llegados a este punto, Weiss tampoco había llegado a pagar el dinero necesario para competir en la prueba, ni siquiera la inscripción: de hecho ‘corría’ porque, de no haberlo hecho, incumplía el contrato y le hubiera costado más dinero. Aunque prometió que el dinero llegaría, jamás lo hizo, sólo una cantidad que uno de los patrocinadores de Kvick puso como seguro. En cuando la danesa vio la situación, avisó a su patrocinador para que retirasen la transferencia: el equipo ya confiaba sólo en Kvick, dándole el control en lugar de a la piloto alemana.

Aún hubo otra escena más extraña si cabe: Kvick y Weiss se presentaron a la FIA al mismo tiempo para explicar lo ocurrido y, a la vez que Kvick comentaba los detalles de lo que había realizado su ‘compañera’, Weiss trataba de excusarse. De hecho, la alemana llegó a mentir ante el cuerpo organizador, argumentando que Kvick era “la copiloto menos profesional que había tenido en toda su vida.”

En la mañana del viernes, todo quedó claro: Weiss no iba a pagar ni a admitir sus errores mientras que Kvick decidió hacer público todo – contando con varios medios, Revista Scratch entre ellos. Weiss desapareció sin que nadie fuera capaz de contactar con ella y el móvil de Kvick comenzó a sonar sin parar: varios ex ‘compañeros’ de Weiss hablaron con la danesa, asegurando que el comportamiento de la alemana era ya una norma.

Este tipo de comportamientos en nuestra disciplina ya no sólo se pasan de la falta de profesionalidad y seriedad, sino que pueden llegar a ser peligrosos dadas las condiciones en las que Weiss – cuya forma física no es la más óptima, mucho menos para una prueba del WRC – pretendía a conducir. A partir de ahora, queda claro que la FIA ha de tomar las medidas que sean necesarias.