Sin duda el Ford GT que acaba de presentarse en el Salón de Detroit 2015 ha sido la mayor sorpresa del evento. En 2003 a Ford se le ocurrió revivir en forma de superdeportivo a su mítico GT40 con el enormemente fiel en su imagen Ford GT, una reedición única que parecía no iba a repetirse.
Pero nada de eso, el año que viene se cumplirán 50 años desde las míticas 24 Horas de Le Mans de 1966 en las que los GT40 coparon las tres primeras posiciones, y Ford lo va a conmemorar con un nuevo GT.
Una generalista como Ford solo puede introducirse en el mundo de los superdeportivos si lo hace tirando de pedigrí histórico, y en este GT han sabido conservar una vez más la esencia del original, reinterpretándola según los futuristas cánones con los que se han creado maravillas como el LaFerrari o el McLaren P1.
Esto ha dado lugar a un coche que se reconoce al primer instante como descendiente del GT40 y que a su vez, no desmerece en absoluto aparcado frente a un LaFerrari. Un deleite para la vista modelado a base de horas y horas en el túnel de viento. El monocuerpo que forma el habitáculo con el vano motor, que crea dos canales entre este y las aletas traseras, unidos a su vez por las alas que salen del techo y el alerón, es poco menos que espectacular.
Futurismo que se contrarresta en el interior con el minimalismo propio de la competición. Un volante achatado y cargado de botones (yo diría que demasiados), y la pantalla digital del cuadro, aglutinan prácticamente todo lo que necesita el conductor. Como en otros modelos de su talla, los asientos forman parte del chasis y no son ellos los que se mueven para ajustar la posición, sino el volante y los pedales.
Este Ford quiere luchar de tú a tú con los mejores y por eso el chasis, esta vez sí, está construido en fibra de carbono, igual que la carrocería. Subchasis de aluminio, suspensiones regulables tipo push-rod, llantas de 20 pulgadas con neumáticos Michelin Pilot Super Sport Cup 2 desarrollados específicamente, frenos carbocerámicos… cuenta con todo lo necesario para triunfar.
Para propulsarlo Ford ha recurrido a lo mejor y más moderno que tiene, la familia de motores EcoBoost. Un V6 biturbo con más de 600 CV derivado directamente de la competición, cobrará vida detrás de los ocupantes para enviar toda la potencia al eje trasero, a través de un cambio de doble embrague.
Para verlo por las calles habrá que esperar prácticamente 2 años, pues Ford no empezará su producción hasta finales de 2016.